Adelmo Mereslofer se marcha una temporada a la costa de Bedok (Singapur).
Los que le conocen saben los motivos de esta indefinida ausencia.
Al resto, Adelmo les dice que algún día, tarde o temprano, volverá.


Sábado, 9 de marzo de 2013


martes, 25 de diciembre de 2012

La música de los números primos, Marcus du Sautoy


Treinta y seis

El cielo estaba lleno de estrellas. Hacía calor. La buscó y la encontró. Sabía que tenía el poder especial de la invisibilidad pero transformado de tal manera que solo los ojos que no debían ver eran precisamente los que lo observaban. Tuvo que parar durante un momento. Solo un momento. Y luego continuó. Se alejó con la sensación de dejar atrás la mitad de su vida.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Treinta y cinco

Adelmo intenta razonar de un modo lógico. El sueño le vence. Esta noche, antes de dormirse ya muy tarde, Adelmo piensa en un escenario donde poder atacar la hipótesis de Riemann. Su mente divaga entre la espiral de Teodoro y la espiral de Ulam. El escenario es ridículamente sencillo. Toma una libreta y un lápiz y escribe interminables listas de números primos, una tras otra. Busca patrones dentro de los patrones hasta una fase en la que su mente deja de funcionar con lógica, como un sueño dentro de otro sueño. Es tarde, muy tarde. Sueña con el mar, con la naturaleza. Adelmo corre desnudo entre las hojas de un prado inmenso lleno de fórmulas perfectas. Y la vida continúa.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Treinta y cuatro

Adelmo lleva dos días inmerso en la representación de los números primos mediante trayectorias especiales en una mesa de billar ficticia en forma de estadio. Algunas trayectorias hacen volver la bola al punto de partida tras cierto número de rebotes en la mesa, que a partir de entonces se vuelven iguales a sí mismas. A cada trayectoria le corresponde un número primo, y cuanto más tarda una trayectoria en repetirse, mayor es el número primo correspondiente. Esta noche Adelmo se irá a la cama convencido de la existencia de la unificación de la física cuántica, el caos y los números primos.

martes, 18 de diciembre de 2012

Treinta y tres

El sistema falla una vez más cuando el objetivo de un profesor de matemáticas es inculcar a sus alumnos un canon que tiene que ser aceptado sin explicaciones sobre cómo los matemáticos han llegado a un descubrimiento. Un buen profesor tiene que dar las explicaciones fundamentales de los axiomas para luego pedir a sus alumnos que deduzcan consecuencias por sí mismos. Adelmo piensa que sería conveniente reciclar a la inmensa mayoría del profesorado de matemáticas para que esté en condiciones de aplicar dicho método y dejar de preocuparse solo por su paga extra de diciembre.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Treinta y dos

p(n)=\frac{1}{\pi \sqrt{2}} \sum_{k=1}^\infty \sqrt{k}\, A_k(n)\,
\frac{d}{dn} \left({
    \frac {1} {\sqrt{n-\frac{1}{24}}}
    \sinh \left[ {\frac{\pi}{k}
    \sqrt{\frac{2}{3}\left(n-\frac{1}{24}\right)}}\right]
}\right) .
 

Si insertamos un número entero en la fórmula dada obtenemos el número de particiones de dicho número, es decir el número de maneras distintas en las que se puede dividir ese número en montones diferentes.
Matemáticos como Hardy y Ramanujan hacen que esta mierda de mundo en el que vivimos parezca un lugar mejor.

martes, 11 de diciembre de 2012

Treinta y uno

A los antiguos griegos les gustaba atribuir cualidades sexuales a los números. Para los chinos, los números primos eran números viriles que resistían cualquier intento de descomponerlos en producto de números menores. Adelmo piensa en la hipótesis de Riemann como disciplina de ideas y teorías abstractas. Es su pensamiento estrella en los últimos días como intento de evasión del resto de pensamientos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Treinta

Perdido, desorientado, olvidado... Adelmo ascendió hacia la cima del cerro para considerar lo que una vez había sido. Con la más elevada expresión de tristeza en su rostro contempló, hasta donde su vista alcanzaba, la gran amplitud de su reino. Los recuerdos lo invadieron, y una mezcla de miedo y desconsuelo ahogó su mente durante unos segundos. La falta de valor obligó a Adelmo a tomar asiento. La hierba estaba húmeda y fría. Y entonces, tras un instante de brutal desesperación, sus ojos se llenaron de lágrimas.

El antólogo, Nicholson Baker