Cuatro kilómetros separan la ubicación de ambos castillos. Cuatro míseros kilómetros. Adelmo recapacita en positivo pero no halla una salida a tan mísero destino. Se encuentra desconcertado y triste. Solo le apetece dejarse caer sobre la cama y permanecer allí días y noches, sin más ánimo que el que sus lóbregos pensamientos puedan regalarle.
Hace mucho tiempo que Ulrike mira por defecto aquella torre cuando se asoma a la ventana. Destaca sobre todas las demás, y aunque sólo puede ver la parte superior, sirve de sobra como referencia para señalar la proximidad de aquel otro reino.
ResponderEliminarLa torre cambia de color según la luz del día y ahora mismo tiene un tono amarillento.
Ulrike sabe que la distancia no la marcan los kilómetros y que aunque sólo cuatro metros separaran ambos castillos, el espacio seguiría siendo infinito.
Hace mucho tiempo que Ulrike dejo de creer, y de soñar, y de esperar. Y desde entonces casi siempre es infeliz. Aunque sigue mirando a lo lejos desde su ventana.
Vamos ver, esto ye qu'esto ye la hestoria d'Adolfo y Ulrike.
ResponderEliminarY vamos ver otra vegada, si namá tán dixebraos por cuatro kilómetros, qué pasa equí, ¿qu'Adolfo nun tien piernes o qué? ¿Hai dalguna torga más?
ResponderEliminarSon castillos con altas y gruesas murallas de estrecho adarve, matacanes y garitas voladas con férrea vigilancia y con más de un anillo defensivo amurallado.
EliminarLa hostia, Adolfo, usté ta permal.
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