La tarde, como un cielo sin estrellas que confluye con la línea del horizonte, se desparrama sin consuelo sobre nuestros cuerpos deshabitados de apetito. Queda el sabor amarescente de un día aciago que no supimos guiar como hubieran dictado nuestros corazones.
ResponderEliminarUlrike durmió anoche diez horas. Quiso ser Blancanieves y soñar durante cien años para despertar en otro mundo con un beso de su príncipe. Pero despertó sola y sólo saber que era una Fereslomer le animó a salir de la cama.
Fereslomer... Esto sí que tien goña.
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