Adelmo Mereslofer se marcha una temporada a la costa de Bedok (Singapur).
Los que le conocen saben los motivos de esta indefinida ausencia.
Al resto, Adelmo les dice que algún día, tarde o temprano, volverá.


Sábado, 9 de marzo de 2013


martes, 27 de noviembre de 2012

Veintiséis

Se me ha roto el mundo en pedazos y dos grandes fragmentos, el amigo y el enemigo, han terminado colocados uno junto al otro, en el imperfecto conglomerado que ha sustituido a la armonía  de la unidad perdida. Sin embargo, casi al mismo tiempo me doy cuenta de que la pérdida del amigo me ha dado la ocasión de conocer a mi enemigo en carne y hueso.

1 comentario:

  1. Anoche soñé que me perdía en una ciudad desconocida. Incapaz de mantener la calma corría desesperada por mil calles que nunca terminaba de recorrer.
    Mis ojos vagaban por los suelos, los coches, la gente, los edificios… buscando un referente, algo familiar, algo a lo que agarrarme para encontrar el camino de vuelta a casa.
    Por la mañana recuerdo haber desayunado cualquier cosa, sin gana, y haber puesto el PIN en el móvil al encenderlo. Fue la última vez que vi ese teléfono. Al llegar a trabajar lo busqué y resultó que ya no estaba conmigo, ni en casa, ni en el coche: había desaparecido.
    Me invadió una angustia parecida a la que sentí en el sueño.
    Y abro la agenda y el día de hoy está en blanco. Ayer llena, mañana llena… y hoy en blanco.
    No encuentro la salida en aquella ciudad, no tengo móvil para contactar con mi universo social, y para más inri la hoja del día de hoy está en blanco.
    Obviamente la situación pedía a gritos una inyección de glucosa en vena antes de que ocurriera lo inevitable, y a fuerza de sentirme yo también en blanco terminara por confundirme con las paredes o volverme invisible.
    Después de trabajar dos jornadas seguidas de casi diez horas y de leer en Internet la mayor estupidez que he leído en mi vida, a las nueve de la mañana decido que merezco un día en blanco, un día de mucho frío, de mucha lluvia, da igual. Un día vacío de todo y de todos, un día de mierda, un día estúpido, de lágrimas, de silencios, de ojos cerrados y dolores de cabeza.
    En el calendario la fecha de hoy se acompaña de la Ley de la gastronomía de Langfield que viene a decir algo así como que descubrir un nuevo plato es más beneficioso para la humanidad que descubrir una nueva estrella, con lo que no puedo estar más de acuerdo pese a que mis aficiones gastronómicas son muy limitadas.
    Cojo el planning de la tarde, tercera consecutiva de la semana, y durante un instante siento unas increíbles ganas de no ir a esas cinco reuniones. Pero qué porras, una es una profesional, y a veces toca hacer cosas sin gana, aunque otras veces, como hoy, tocará también ponerse el mundo por montera y largarse a la mitad y perderse en la noche oscura, que de negra y fea terminará provocando dentro de mí un vacío blanco, solitario y silencioso en el que seguramente viviré para siempre.

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