Adelmo Mereslofer se marcha una temporada a la costa de Bedok (Singapur).
Los que le conocen saben los motivos de esta indefinida ausencia.
Al resto, Adelmo les dice que algún día, tarde o temprano, volverá.


Sábado, 9 de marzo de 2013


lunes, 28 de enero de 2013

Cuarenta y siete

Adelmo fijó su vista en el reloj de la mesita y tuvo la familiar sensación de que las manecillas estaban inmóviles, como si el primer segundo durase realmente más de un segundo. Una vez más el tiempo. Una vez más el cerebro. Ese cerebro que incluso nos roba tiempo ante nuestros ojos abiertos en el mismo instante que parpadeamos. El espejo del baño reflejó su imagen, la de todas las mañanas, y Adelmo miró su ojo derecho y su ojo izquierdo alternativamente sin lograr ver el movimiento de sus globos oculares. Sabía que su cerebro le robaba tiempo, que borraba de su consciencia todos los momentos en los que se producía un vacío de información visual. ¿Cuánto tiempo le había robado su proio cerebro a lo largo de todos estos años? ¿Cuánto?

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