Adelmo Mereslofer se marcha una temporada a la costa de Bedok (Singapur).
Los que le conocen saben los motivos de esta indefinida ausencia.
Al resto, Adelmo les dice que algún día, tarde o temprano, volverá.


Sábado, 9 de marzo de 2013


lunes, 5 de noviembre de 2012

Veinte

El camino se hizo largo. Aquella cuesta parecía no tener fin. Adelmo ascendió, con aquel pequeño cofre camuflado entre las pertenencias que portaba debajo de su jubón, hasta llegar a lo más alto de la montaña. Asomada al alféizar de una de las ventanas del castillo, la princesa le lanzó una escala para que Adelmo pudiera acceder a su aposento. Una vez dentro y a salvo de tan fieros guardianes, no resultó difícil volver a salir y adentrarse en aquel túnel donde la alquimia, después de una eterna espera, les mostró uno de sus más preciados secretos.

1 comentario:

  1. Transcurridas veinticuatro horas, la rana no notaba vida en su interior. Otras veces había sentido el impulso de desovar y lo había satisfecho, pero hoy sólo anhelaba la libertad de un rincón húmedo y oscuro.
    Si las ranas pudieran llorar, ayer lo habría hecho cuando, sin preguntar, unas manos inyectaron en su piel un líquido caliente y la encerraron en una urna de cristal en el torreón más alto del castillo de aquel reino.
    Al dejarla partir dos pares de ojos la contemplaron sonrientes.

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